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Era Simoníaca

  • Foto del escritor: Abel Alcalá H
    Abel Alcalá H
  • 18 oct
  • 3 Min. de lectura

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Gracias al Cristianismo y a los primeros cristianos se logró establecer para bien de la humanidad la distinción entre el Mundo de lo Sagrado y el mundo de lo profano, dejando claro y preciso que había cosas que no se podían vender y por lo tanto estaban fuera y excluidas del mercado. El mundo actual (postmoderno) se rechaza y sepulta esa distinción, ya que para los grandes especuladores y usureros de las finanzas mundiales, amos de los gobiernos populistas, es el "dios mercado" (Hermes) el que manda sobre cualquiera otra convicción o actividad humana en la sociedad.



El origen de la distinción de lo sagrado y profano viene por herejía de la simonía que es la compraventa de algo de naturaleza espiritual o de un objeto con una función espiritual, como un oficio eclesiástico. La práctica de la simonía recibe su nombre de Simón el Mago (llamado también Simón de Gitta) quien intentó comprar a los apóstoles el poder de conferir el Espíritu Santo.

La Biblia dice que el Espíritu Santo "aún no había descendido sobre ninguno de ellos" (los apóstoles) (Hechos 8:16). Más tarde, llegaron los apóstoles Pedro y Juan, momento en el que el Espíritu vino sobre los creyentes. Simón el mago presenció este evento y "les ofreció dinero, diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo" (Hechos 8:18–19). En este punto, Pedro reprende fuertemente a Simón por su codicia y declara lo siguiente: "Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón" (Hechos 8:22).

Volvamos al mercado, el mercado es un gran invento de la civilización que permite que cada uno concurra con los bienes y servicios que produce para obtener los que le faltan. El mercado en la Ciudad antigua estaba en el centro de la plaza mayor y su contrato típico era el de la compraventa, paradigma de los contratos conmutativos.

Para que el mercado existiese y funcionara bien, debía estar contenido por instituciones que se ubicaban alrededor de la plaza, fuera del mercado. Dichas instituciones eran la Fortaleza, La Legislatura , el Tribunal, la Escuela, el Hospital, el Templo, y las casas de las familias.

Estas Instituciones deberían asegurar el desarrollo espiritual e intelectual y garantizar los fines superiores: misiones y vocaciones de la ciudad y de los hombres. Ellas salvaguardan las libertades superiores y las que se adquieren en el Bien Común, por eso el mercado ayudaba a la prosperidad.

Pero resulta que el Materialismo y el Hedonismo, hijos de la simonía, sobredimensionaron el mercado, transformándolo en la en la ley suprema de la sociedad, y la compraventa se entronizó como "soberanía del contrato", primer manadamiento y norma de un mundo regido, no ya por el Bien Común, sino por el Código de Comercio, es decir, inmoralizar el comercio.

La hipertrofia del mercado se encaramó primero en el templo, sobreponiendo al púlpito los medios masivos de difusión y cambiando al Sacerdote por el ideólogo y la Verdad por la noticia mercadería.


Luego avanzó sobre la escuela y sustituyó al sabio por el sofista, el ejemplo es que Sócrates se negó a venderla y los sofistas vendieron la ciencia, por eso Platón mandó edificar la academia en el lugar más lejano del mercado, y a partir de mercadear con la sabiduria sólo hubo leyes para los lobbys, y justicia, salud, educación y seguridad para el que pueda pagarla.


Son muchos los pueblos traicionados por los populistas de izquierda con falsas promesas y hoy padecen y sufren miseria, terrorismo, violencia, inseguridad e injusticia y para domarlos esos malos gobernantes le ponen precio a su voto, a su libertad, a su dignidad, a su asistencia a los eventos que organizan, pues ahora ellos son su amos y el pueblo su esclavo.

Perdidos los bienes espirituales y los bienes superiores (la verdad, la bondad y la belleza, la justicia, la salud, la seguridad) que contienen y rigen a las grandes naciones, los gobernantes populistas de izquierda de la 4T tienen las manos libres y les resulta muy fácil negociar, pues el mercado manda, porque en el mercado no hay distinción entre los Sagrado y lo profano, y luego los populistas negocian con la soberanía, con la hipoteca de México, con la justicia, con la salud y promover la corrupción, la cultura de la muerte, la tiranía, a cambio de llenarse los bolsillos de dinero mal habido. Solución; moralizar la economía y por ende el mercado. Es la ingratitud la que vuelve estéril a la tierra (corazón). Usted lector dice la última palabra.

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