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“Mío… mío… mío…”, se inmortalizó / Por: Mauricio Sulaimán

A su llegada como presidente del Consejo Mundial de Boxeo, Don José Sulaimán quiso terminar con este desorden.

Aquellos gritos de júbilo que se escucharon sobre el ring del Forum de Inglewood, en Los Ángeles, California, y que salían por el audio de los aparatos televisivos: “Mío… mío… mío…”, eran de José Ángel Mantequilla Nápoles. Había recuperado el título welter contra Billy Backus, el 4 de junio de 1971.

Esa expresión tenía un mensaje; había esperado casi cinco años para disputarle, al también estadounidense Curtis Cokes, ese preciado campeonato que sólo veía en sueños, porque los promotores no le habían dado esa oportunidad, sino hasta después de ese tiempo, aunque lo volvió a exponer con ese mismo rival, a quien venció por segunda vez consecutiva cuatro meses después. Para muchos, la espera le afectó porque desperdició energía y los mejores momentos de su vida profesional, sin descartar la pureza de su boxeo y técnica.

Vinieron otras defensas exitosas, pero el 3 de diciembre de 1970 perdió y lo dejó en las manos de Billy Backus, y después de seis meses lo volvió a conquistar; por eso la algarabía de las palabras “mío… mío… mío…”, salieron espontáneas.

Fue durante unos años atrás que Mantequilla Nápoles, Sonny Liston, Archie Moore y muchos más, permanecían clasificados como “número uno” del mundo, sin tener la oportunidad de una pelea titular.

Este hecho fue una de las peores e injustas situaciones en el boxeo durante la primera parte del siglo XX; fue la forma en que campeones y promotores solían elegir a sus propios retadores, obligándolos a firmar varias opciones en caso de que ganaran el título.

A su llegada como presidente del Consejo Mundial de Boxeo, Don José Sulaimán quiso terminar con este desorden e hizo cumplir que grandes boxeadores obtuvieran el apoyo en un tiempo razonable, para llegar a ser campeones del mundo en peleas obligatorias ordenadas por el organismo.

Asimismo, con esta disposición el CMB terminó esta práctica mal entendida, con la llegada de las subastas, y, en consecuencia, si un boxeador que estaba clasificado para la disputa mandatoria no se encontraba satisfecho con las condiciones contractuales que ofrecían, ya tenía una opción más.

Con todo este contenido sustancial, en el boxeo mundial empezó el orden y la disciplina. Ahí comenzó a tomar otro derrotero el pugilismo, que había sido manejado al antojo de promotores que sólo velaban por sus intereses y no por los del propio boxeador.

Con Mantequilla Nápoles se inició una nueva era. El cubano, naturalizado mexicano, fue el primer campeón mundial welter que ganó el título del Consejo Mundial de Boxeo. En esta división, nuestro país no ha sido tan productivo como en otras categorías, pues sólo han existido ocho monarcas.

Ellos son: Oscar de la Hoya, el propio José Angel Nápoles, Carlos Palomino, Jorge Vaca, Pipino Cuevas, Genaro León, José Luis López y Antonio Margarito.



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