Las estrategias ocultas del poder: cómo se manipulan realidades usando los medios masivos de comunicación
- redcomarcamx

- 3 may 2022
- 4 Min. de lectura

En la era de la información masiva, los medios de comunicación no solo informan: también pueden moldear percepciones. El artículo “Las diez estrategias de la manipulación mediática II”, publicado por Juan Tomás Taveras en Acento, analiza algunas de estas técnicas, atribuidas popularmente a Noam Chomsky, y ofrece un llamado a la reflexión sobre el papel de los medios y su relación con el poder.
A continuación, profundizo en las principales estrategias señaladas en ese texto, su relevancia en el contexto actual y cómo podemos reconocerlas para defender nuestro pensamiento crítico.
1. Crear problemas para luego ofrecer soluciones (“problema-reacción-solución”)
Una de las estrategias más poderosas y peligrosas consiste en fabricar o amplificar conflictos —como crisis de seguridad, violencia ciudadana o dificultades económicas— para después posicionar una “solución” que, en muchos casos, beneficia directamente a quienes tienen poder.
En el artículo de Acento, Taveras señala cómo las élites políticas usan la inseguridad para justificar la militarización o la represión, y cómo los contratos empresariales (como los del sector energético) pueden disfrazarse de “rescate” a cambio de más poder o beneficios.
Reflexión: ¿Cuántas “soluciones urgentes” hemos aceptado como inevitables, cuando quizá solo son piezas de un plan de control más sofisticado?
2. Gradualidad: hacer aceptar lo inaceptable poco a poco
No se trata de imponer cambios radicales de un día para otro, sino de introducirlos de forma paulatina. Esto es más tolerable para la población, y permite que transformaciones profundas se implanten sin generar una reacción social fuerte.
Este método ha sido observado en ámbitos económicos: reformas agresivas presentadas como “modernización” se instalan con el tiempo, evitando que la gente las perciba como una amenaza inmediata.
3. Diferir (“hacer que lo impopular parezca inevitable”)
Otra táctica consiste en pedir sacrificios al público, pero con la promesa de que las medidas serán implementadas más adelante. Se presenta como algo doloroso, pero “necesario” para el bien común.
Con este argumento, se puede lograr aceptación anticipada. La gente consiente ahora, pero la consecuencia real se verá más adelante. Es una forma de legitimar decisiones impopulares sin resistencia inmediata.
4. Infantilización del público
Los medios muchas veces se dirigen al público como si fueran “criaturas de poca edad”: usando mensajes simples, tonos emocionales, personajes muy básicos, e incluso desestimando la capacidad crítica de las personas.
Este tono de “niño” genera sumisión, facilita la manipulación y disminuye el pensamiento reflexivo. Según la crítica, cuando más infantil es el enfoque, más probable es que se evite un cuestionamiento profundo desde el público.
5. Apelar más a la emoción que a la reflexión
Una estrategia clásica: usar la carga emocional (miedo, ira, ternura, envidia) para generar reacciones rápidas y profundas, en lugar de debates racionales.
Las emociones remueven el pensamiento crítico porque, cuando estamos emocionalmente cargados, pensamos menos con la lógica y más con el instinto. Esto abre la puerta para “implantar” ideas en el inconsciente, con efectos a largo plazo en cómo actuamos o pensamos.
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6. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad
Una parte esencial del control es que la gente no comprenda. Esto se logra con educación de baja calidad, información superficial o la negación de acceso a conocimientos más profundos sobre ciencia, economía, tecnología, psicología, etc.
Si una parte de la población no domina los temas relevantes, es más fácil que acepte narrativas simplificadas o prefabricadas.
7. Estimular la complacencia con la mediocridad
No solo se mantiene al público ignorante, sino que se le alienta a estar cómodo con esa mediocridad: se promueve la idea de que “ser ignorante es normal” o incluso “estar desconectado intelectualmente está de moda”.
Esto no solo desincentiva el esfuerzo intelectual, sino que debilita la resistencia social: menos personas exigirán información de calidad, más repetirán discursos simples.
8. Reforzar la autoculpabilidad
Una estrategia particularmente sutil y potente es hacer que las personas se sientan responsables de sus propias desgracias: según esta lógica, si no logran “sacar adelante” su vida, es por su propia culpa: falta de inteligencia, de esfuerzo, de talento.
Este enfoque tiene efectos psicológicos profundos: fomenta la depresión, la resignación y la pasividad. Si la culpa es personal y no sistémica, es menos probable que haya movilización social para cambiar las causas estructurales.
9. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen
Quizá la estrategia más escalofriante: gracias al avance en psicología, neurociencia y tecnología, las élites pueden tener un conocimiento muy avanzado sobre cómo pensamos, qué nos motiva, cuáles miedos somos más susceptibles a experimentar y cómo manipularlos.
Con ese conocimiento “privilegiado”, pueden diseñar mensajes, políticas o campañas mediáticas que impacten de forma muy precisa, sutil y eficaz.
10. (Mención crítica): la autoría cuestionada
En el artículo de Acento, Taveras también hace una aclaración importante: señala que la famosa “lista de las 10 estrategias” atribuida a Chomsky podría no haber sido elaborada por él, sino que es una interpretación o recopilación posterior.
De hecho, Chomsky ha declarado que no reconoce muchas de las formulaciones de esa lista, lo cual pone sobre la mesa una reflexión adicional: no solo debemos cuidar el contenido de los mensajes, sino también su origen.
¿Por qué importa esto hoy?
Medios transformados: En la actualidad, con redes sociales, podcasts, plataformas de streaming y medios digitales, estas estrategias no solo permanecen, sino que se adaptan. Las técnicas emocionales, la infantilización o el “problema-reacción-solución” pueden operar con más alcance y sofisticación.
Mayor alfabetización mediática: Si queremos ser ciudadanos más libres y críticos, debemos educarnos para reconocer estas maniobras. No se trata de volverse paranoico, sino de desarrollar un pensamiento reflexivo: preguntarnos siempre “¿qué interés hay detrás de esta noticia?”, “¿qué solución me están vendiendo?”, “¿me están manipulando emociones para que no piense?”.
Responsabilidad de los medios: Los medios deben asumir su rol social: informar, educar y entretener, sí, pero sin sacrificar la verdad por el sensacionalismo o la complicidad con el poder. Como señala Taveras, su papel ideal sería servir como contrapeso al Estado y los poderes económicos.
Las estrategias de manipulación mediática no son fantasmas del pasado: están presentes en la forma en que consumimos noticias, cómo reaccionamos ante crisis y cómo legitimamos soluciones. Reconocerlas es el primer paso para desactivar su poder.
En un mundo saturado de información, preservar la libertad intelectual es tan vital como proteger derechos sociales.









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