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Un minuto de descanso / Por Mauricio Sulaimán

Recuerdo cómo mi papá reía y festejaba cada una de las historias, y su cara y expresión corporal era la de un hombre profundamente feliz.

De la misma manera en que un boxeador, después de tres extenuantes minutos, obtiene y disfruta de uno de descanso, mi papá, Don José Sulaimán, igualmente disfrutaba, entre sus muchas ocupaciones, de su minuto de descanso.

Su vida, desde que asumió la presidencia del Consejo Mundial de Boxeo, fue un auténtico trajín. Pasó gran parte de la misma en aviones y aeropuertos; fue un incansable embajador a nivel mundial del boxeo, y del organismo que orgullosa y dignamente presidió; fue un enamorado de México y lo llevó en su corazón por los rincones del mundo, siempre sirviendo como un digno representante ante todos.

Afortunadamente tuvo la capacidad de identificar un espacio que le permitiera tener un descanso que le diera ilusión e inspiración.

Tras años vinculado al beisbol infantil, donde se desempeñó como el manager de todos los equipos de sus hijos, e inclusive fue el presidente de la Liga Lindavista, el destino llevó a que sus peloteros de la infancia se reunieran y formaran una vez más un conjunto.

Fue así que mi papá siguió frecuentando y viviendo muy de cerca e intensamente el puesto de manager de un equipo en el que jugaban muchos de los peloteros que había visto crecer desde niños: la novena de los Vagabundos, todos compañeros desde nuestra infancia y peloteros de corazón.

Recuerdo que ese equipo de 18 jóvenes tuvo muchos logros y méritos, pero tres de los más importantes fueron, sin duda, la gran y profunda convivencia de amigos, mantener a los entonces universitarios unidos en la sana práctica del beisbol y, sobre todo, el peculiar festejo que domingo a domingo llevábamos a cabo al término del juego.

Fueron incontables las ocasiones en las que nos reunimos en casa de nuestros dos entrenadores: el inolvidable Sandro de Miguel y mi papá. Lo simpático es que todo el equipo compartíamos y festejábamos como si cada domingo hubiésemos ganado el torneo.

En particular recuerdo con mucha emoción que cuando el festejo era en nuestra casa, mi papá se sentaba en su sillón favorito y le entrábamos con ganas a los bocadillos y botana que preparaba doña Martha (mi mamá) y, por supuesto, unas cervezas heladas; repasábamos el juego, jugada por jugada, los errores y aciertos, entre carcajadas aderezadas del más creativo lenguaje y ocurrencias. Éramos capaces hasta de inventar cosas, con la anuencia de todos, con el solo propósito de generar más carcajadas. Esa sí que era una medicina para Don José.

Pasábamos una o dos horas entre bromas, contando una y otra vez lo ocurrido, simulando que fuera la primera vez que escuchábamos el relato y, lo mejor, reíamos como si fuese la primera vez que se contara el hecho. Inclusive nos pedía que le repitiéramos el episodio, como si no lo hubiera vivido personalmente; todo por el gozo del momento.

Recuerdo cómo mi papá reía y festejaba cada una de las historias, y su cara y expresión corporal era la de un hombre profundamente feliz.

Esos domingos de beisbol, Don José se investía de manager del Vagabundos y se convertía por completo en eso, en dirigente del equipo, y ahí no era el presidente del WBC, sino el entrenador.

Cómo disfrutaba discutir con los umpires las decisiones; gritar y alentar libremente a sus jugadores, mandar señales, cambiar al pitcher y siempre encontrar la manera de ganar; para él nunca fue suficiente hacer “el mejor esfuerzo”, se tenía que ganar.

Muchos fueron testigos de esos juegos, pues todos los visitantes del mundo del boxeo desfilaron por el parque Miguel Alemán para ver a Don José: Don King, Chávez, Mantequilla Nápoles, Ricardo López, Yamil Chade, Germán Torres, El Ratón Macías, entre tantos más. Los peloteros fueron sus hijos y fue en Vagabundos que mi papá encontró la máxima felicidad. Esos domingos sí que fueron su “minuto de descanso”.

Con mucho cariño, deseo mandar un saludo especial a los Vagabundos: Juan José y Jorge Gómez, César Dulché, Alejandro Peña, Tito Morán, Coco Cárdenas, El Cocoyo, Pedro y Juan Romero, Raúl Alegre, Heberto Muñoz, Rogerio El Rojo, Pepe Becerra, Alejandro González, Tirzo Tronco, Toño Barreto, Sami y Paco de Miguel, Edgar Plata y a nuestro querido Fernando Llamosas (QEPD), así como el eterno umpire, el señor Mayorga (QEPD).


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