Recordando aquella noche inolvidable del 22 de agosto de 1969, en el Forum de Inglewood, California, cuando Rubén Olivares, uno de los más grandes peleadores mexicanos de todos los tiempos, conquistó el campeonato mundial de peso gallo.
Se fue medio siglo, y como decimos: “parece que fue ayer”. Sí, en efecto, los que estuvieron presentes, o lo vieron a través de la televisión, lo recuerdan vivamente, y quienes lo hemos leído o visto en videos, estamos impresionados y emocionados cada vez que observamos a este inmortal del boxeo en acción.
Recordando aquella noche inolvidable del 22 de agosto de 1969, en el Forum de Inglewood, California, cuando Rubén Olivares, uno de los más grandes peleadores mexicanos de todos los tiempos, conquistó el campeonato mundial de peso gallo, derrotando al prestigioso australiano Lionel Rose, al que dejó en la lona cuando corría el asalto número cinco, de la batalla programada a 15.
La emoción que produjo aquel final, cuando subieron al cuadrilátero policías, gente de prensa y aficionados, es algo difícil de describir, ya que todos querían estar ahí, al lado del nuevo campeón. Fueron de esos momentos históricos que solamente pueden producirse cuando alguien es atrapado por las emociones, y esa sensación se dio arriba del ring por la algarabía y el triunfo del ídolo en ciernes.
La arena había sido inaugurada unos meses antes. El promotor de la batalla fue otro de los más notables que han existido en el medio boxístico: George Parnassus, a quien el boxeo mexicano le debe mucho de lo que se vivía en ese momento.
En la esquina del nuevo monarca estaban dos a quienes se debía la gran victoria: Arturo Hernández y Manuel Carrillo, los muy populares mánagers de aquella época; El Cuyo y El Chilero, a quienes nunca se les negó el reconocimiento que merecían tras esa conquista.
Rubén, a quien nuestros aficionados habían rebautizado como El Púas, a partir de ahí se convirtió en un idolatrado por los mexicanos, y en alguien que no podía faltar en las grandes carteleras de importancia, que para ese entonces eran presentadas en lugares como el de su coronación, las plazas de toros como La México, y aquella ya desaparecida de Cuatro Caminos; además de las diversas de Estados Unidos.
Muchos lo consideran el mejor gallo de la historia, incluso superior a peleadores muy destacados; entre ellos Manuel Ortiz, Eder Jofre, Carlos Zárate y algunos otros. Sea así o no, lo que no puede quedar en duda es que estamos hablando de alguien que en su momento fue un fenómeno de los cuadriláteros.
Además se caracterizaba por su gusto de convivir con el pueblo, y lo llevó a “la vida alegre”, por lo que en algunas ocasiones se descuidó; pero su enorme calidad, su clase y categoría lo llevaron a construir una carrera como pocas se han visto en las divisiones pequeñas.
Su personalidad y sus hábitos, fueron bien imitados por aquella mancuerna de Los Polivoces. O bien, las amenas charlas con el fallecido periodista Jacobo Zabludovsky. Al partir Raúl Ratón Macías, Olivares se quedó con la estafeta de ídolo en el boxeo mexicano.
imposibilidad de mantener su físico en los límites de peso gallo, dejó definitivamente la división, tras perder con Rafael Herrera.
Además del título gallo, conquistó el de los plumas, fue un atractivo de taquilla, y la mayor parte de sus peleas se convirtieron en un espectáculo difícil de olvidar por quienes lo vieron. Fue un noqueador que no ignoraba la técnica. Poseía una izquierda privilegiada y una derecha que le valió buena parte de sus victorias por la vía rápida.
Su récord, simplemente impresionante, de 89 victorias, con 79 nocauts, y tres empates, contra únicamente 13 derrotas, evidencian sin discusión la grandeza que caracterizó a este peleador, quien estuvo activo de 1965 a 1968, sin contar los años que estuvo presente en el terreno de los amateurs, en donde también tuvo un paso triunfal.
Desde estas páginas enviamos a nuestro querido y admirado Púas nuestro reconocimiento y admiración. ¡Salud, campeón!
¿SABÍAS QUE…?
Rubén Olivares ganó el título mosca de los Guantes de Oro capitalinos, a una semana de que le habían fracturado la mandíbula en las semifinales del torneo.
En efecto, el doctor Gilberto Bolaños Cacho, entonces jefe de los servicios médicos de la Comisión de Boxeo del Distrito Federal, aceptó que subiera al ring, tomando todas las precauciones posibles, y aclarando que al primer “toque” que le diera su rival, detendrían la pelea.
El ya para entonces increíble Rubén Olivares se encargó de que nada de eso sucediera, al noquear en poco menos de un minuto a su adversario.
ANÉCDOTA DE HOY
Una mañana, mi papá estaba pegado al televisor viendo un programa deportivo. En aquel entonces El Púas era comentarista de un canal de cobertura nacional. Eran las primeras peleas transmitidas en TV abierta, por las que Don José luchó para que los aficionados mexicanos tuvieran la oportunidad de ver las importantes, como sucede ahora.
Pero en aquel informativo matutino, el reportero le preguntó al campeón: “Rubén, ¿a quién quisieras entrevistar en el mundo del boxeo?”.
Respondió: “A José Sulaimán…”.
En ese momento, al otro lado del cristal, mi papá murmuró: “Órale, cuando quiera…”.
Esa reunión no se dio, Rubén ya no apareció como comentarista, y sólo quedó en proyecto el anhelo del campeón.