Parece solamente una necedad, un capricho construir un aeropuerto tan lejano a la zona conurbada a la Ciudad de México, sin embargo tiene un trasfondo de proporciones gigantentescas que el gobierno federal no se ha atrevido a revelar.
La cancelación del proyecto del aeropuerto de Texcoco, la mega obra que desechar costó millones de dólares y por la que el presidente López Obrador fue cuestionado desde sus primeros días de mandato, fue, además de un visible ajuste de cuentas con un grupo político perteneciente al gobierno de Enrique Peña Nieto, el inicio de un mega proyecto que involucra la construcción de una "segunda ciudad capital" en nuestro país, un proyecto tan ambicioso, que requiere que el sector empresarial de México se alinie con las ideas que López Obrador plantea como pilares de su sexenio; el tamaño de la tajada que obtengan en la administración de resursos y en la construcción de esta nueva ciudad depende de ello.
No es casualidad que Carlos Slim esté tan cerca, no es casualidad que Ricardo Salinas Pliego, a través de Banco Azteca, sea quien administra los recursos de los proyectos de beneficio social y los apoyos que el gobierno otorga a través de las tarjetas "Beneficio"; la reunión del presidente en palacio nacional con empresarios y cámaras comerciales, tiene mucho más alcance que la firma de una carta compromiso en la que se hacen partícipes de una rifa cuestionada y cuestionable, por sus orígenes, por su ejecución y porque millones de personas la ven como una forma de tapar temas que para los mexicanos son más sensibles.
Esa "colecta", para Obrador es un termómetro, una forma de ganar cercanía con un sectror al que ha golpeado desde distintos frentes; ahora, el desvelo parcial de este proyecto en el que el Aeropuerto de Santa Lucía se convertirá en el punto inicial de la construcción de una segunda capital del país, acercó al presidente a un más de un centenar que buscan no quedarse fuera.
El objetivo, en el que sin duda muchos saldrán beneficiados económicamente, tendrá a la descentralización como piedra angular del discurso político, pero no será hasta casi concluir el aeropuerto de Santa Lucía, en que se de a conocer el objetivo completo y los alcances de una obra que hoy parece ilógica.